jueves, 9 de junio de 2016

Jaulas rosas: proteccionismo berreta en lugar de defensa de derechos.



Ayer me desperté con la siguiente noticia:
La legisladora porteña Graciela Ocaña presentó un proyecto de ley para que las formaciones de la red de subterráneos de la Ciudad cuenten con vagones exclusivos para mujeres a fin de evitar situaciones de acoso o abuso. (...)
  
Decir vagón rosa es decir que tenemos que aislarnos para mantenernos seguras y que de no hacerlo seremos víctimas de abuso. Es poner en papel de acosador o cómplice a todo hombre que use el transporte público, y es una ofensa y minimización más en la lucha en contra de la violencia de género. Peleamos por la igualdad de derechos para todos y por ser, TODOS, libres de toda opresión: si me preguntan mi opinión, 

No hay ningún motivo por el cual sea legítimo 
separarnos en cajitas para que no nos toquen:
Hay que frenar la violencia, 
no encapsular las potenciales víctimas.

En vista de estas propuestas, siempre es interesante analizar qué es lo que categorizamos cómo mujer y a quiénes, en función de ese concepto, admitimos en un vagón rosa.

  • Si categorizamos por sexo biológico, ¿cómo acreditarse hembra para entrar? Si es por genitalidad, ¿las mujeres trans se tienen que bajar del vagón? Y si las bajan, ¿es porque son acosadoras? Los hombres trans, biológicamente hembras pero con identidad de género masculina ¿pueden entrar al vagón rosa? Si no pueden entrar ¿es porque son acosadores? 
  • Si es por apariencia, ¿existe un estándar de apariencia femenina? Si no encajaras en ese estándar, ¿tenés que irte a otro vagón? ¿Si te vas a otro vagón sos acosadora? ¿Qué sucedería si un acosador decidiera arreglarse acorde a ese estándar y salir a hacer la suya?
  • Si es por documentación, ¿qué datos (más, recordemos que existe la SUBE) van a pedir para poder usar transporte público? ¿Quiénes y cómo llevarían ese control? Si no quiero, ¿me dejan viajar? Si no me dejan viajar, ¿soy acosadora? ¿No se convertiría esto en una invasión más a la privacidad de las personas?

Finalmente, en función de la frecuente ausencia de denuncia, de las irregularidades y minimizaciones policiales a la hora de tomar casos, y de los fallos atroces de la justicia argentina en lo que a abuso sexual refiere... 

¿qué hago si soy acosada en el vagón rosa?
¿qué pasa si un hombre es acosado en un vagón genérico?

Separar los sexos en potenciales víctimas y victimarios no hace más que repetir el clásico discurso machista del "sexo débil" y pasa por alto la problemática real. Para frenar el abuso y la violencia es necesario unirnos como sociedad. 

Por eso cierro invitando a toda persona que lea esto, que tanto si ha sido víctima de abuso como si es testigo de ello, que pida asistencia, denuncie y reclame la ampliación de la red de tratamiento de estas situaciones: se necesita presupuesto para la aplicación de la ley de género, para los organismos, instituciones y formación de especialistas que se encarguen de su atención, refugios para víctimas de violencia y recursos para informar a la población acerca de los procedimientos para prevenir y accionar en estas y otras tantas situaciones.
 
 No nos quedemos quietos ni pasivos. 
  • Recursos para denunciar casos de violencia en Argentina
  • En caso de necesitar asistencia y apoyo, llamar a la línea 137 que funciona en CABA, y la 144 a escala nacional.
  • En caso de emergencia, llamar al 911
  • En caso de problemas con denuncias (si no te la toman, o te minimizan) podés llamar al 0800-555-5065 o acercarte a la fiscalía correspondiente a tu distrito, donde podés denunciar irregularidades cometidas por las fuerzas de seguridad, entre otros delitos o situaciónes que afecten a la seguridad pública.


martes, 7 de junio de 2016

Cepillarse los dientes: control de poblaciones, mineralogía bucal y limpieza inteligente.



No hay cosa que haya odiado más en mi infancia y adolescencia que ser enviada a lavarme los dientes. Nunca le tuve demasiado cariño a mi dentadura, hasta que entre mis 17 y 20 años cuatro muelas del juicio, dos de ellas horizontalizadas, me volvieron loca y me hicieron tomarle cierta fobia a la silla del dentista. Después de varias urgencias odontológicas, eventualmente llegué a tomar una postura más consciente acerca del cuidado que requiere mantener un "comedor" saludable. 

Una dentadura sana afecta de gran manera la calidad de vida de una persona. Todos conocemos historias acerca del dolor dental, que involucra cefaleas, dolor de oído y problemas para concentrarse o descansar... pero dejamos de lado que estas estructuras óseas se encuentran en nuestra cabeza, junto a tejidos blandos con mucha irrigación sanguínea que pueden ser foco de infección y transmitirlas a otras estructuras a través del torrente sanguíneo.

La higiene bucal involucra tanto el correcto uso de hilo dental, dentífrico y enjuagues como el cuidado en la alimentación, que retomaré en futuros posteos porque la frase "somos lo que comemos" es reiterativa pero absolutamente cierta. Insisto en llevarla a las aulas porque es una de las enseñanzas más importantes que puede inculcar un docente en sus estudiantes para mejorar su vida día a día.


La historia del exterminio de poblaciones bucales.


Optimísticamente, todos nos cepillamos los dientes en lo cotidiano usando un cepillo y dentífrico. Esta práctica tan cotidiana y difundida tiene una historia que remonta 4000 años atrás, cuando los egipcios mezclaron piedra pómez, cáscara de huevo, sal y especias para restregarse los dientes. Posteriormente se patentaron mezclas conteniendo sal, arcilla, tiza, cenizas, carbón, entre otros. Puede horrorizarnos la posibilidad de meter tales cosas en nuestra boca, pero la efectividad de todas esas pastas reside en que esos ingredientes son abrasivos y cumplieron la función de remover la placa de las dentaduras. Y, por otra parte, los preparados que utilizamos en la actualidad también tienen ingredientes que no son del todo lindos. 

Colonia de bacterias esféricas (violeta) junto con glóbulos rojos sobre la superficie de un diente.


Remover la placa dental es importante, pero ¿por qué? Pues porque la placa dental no es más que poblaciones microbianas de variada calaña, refugiadas en la mezcla de saliva y sustancias orgánicas viscosas adheridas a los dientes que proporcionan las condiciones para su supervivencia. Raspar la placa con abrasivos, cepillo e hilo dental mantiene a raya la expansión colonias microbianas y previene problemas de salud, ya que mientras algunas se limitan a sobrevivir, otras pueden causar infecciones y hasta llegar a ser carcinogénicas, como por ejemplo los estreptococos. También puede mineralizarse, dando como resultado cálculos y sarro. 


El flúor y la mineralogía de nuestra boca.


El gran cambio de nuestra era es el agregado de flúor, que volviendo a las cosas impensables que ponemos en nuestra boca, es el elemento más electronegativo de toda la tabla periódica: un agente reductor arrebatador de electrones por excelencia que tiende a reaccionar con todo lo que se le acerque, inclusive con gases nobles (llamados también gases inertes por su célebre capacidad de permanecer sin reaccionar frente a casi todo elemento). En forma de gas el flúor es corrosivo, capaz de quemar vidrio, metales y agua. Se trata de un elemento muy peligroso cuanto mayor sea su pureza, pero, para tranquilizar al lector, aclaremos que se encuentra combinado con otras sustancias que modifican su comportamiento y que en dentífricos se puede hallar en concentraciones de entre 1000 y 1500 ppm (entre el 0,10 y 0,15% de la fórmula).

Cristal de fosfato de calcio, vista con microscopio de electrones.

Es la capacidad del flúor para reaccionar rápida indiscriminadamente la que hace que se asocie fácilmente a estructuras biológicas. No se recomienda su ingestión porque al asociarse con tejidos del sistema digestivo puede causar reacciones adversas, y de ahí viene el clásico reto de madre de "no te tragues el dentífrico", aunque los efectos nocivos aplican en caso de ingestiones masivas y/o sostenidas en el tiempo. Sin embargo, al colocar fluoruros (sales de flúor) en nuestros dientes, el elemento se combina con el esmalte dental, formado por un mineral de fosfato de calcio llamado hidroxiapatita.


Algo importante: los microorganismos de la boca no se alimentan de los dientes. Las caries no son "mordidas" como nos han hecho creer de niños, sino huecos de corrosión productos de las excreciones los microorganismos al alimentarse de azúcares que nosotros comemos. El desecho producido es ácido láctico, y justamente los ácidos son los únicos capaces de disolver el mineral resistente de hidroxiapatita en nuestro esmalte dental, dejando expuestas las partes blandas y porosas causando estragos. Dicho de manera más simple, directa, y quizá, didáctica: 

los agujeros en nuestros dientes son resultado de la acumulación de la caca ácida y corrosiva de los microorganismos que viven en nuestra boca.
 Detállenle eso a un niño, y será muy difícil que descuide su higiene dental. 



Al reaccionar el flúor con el esmalte dental, usurpa violentamente el espacio de un hidróxido en la hidroxiapatita y forma fluorapatita, mineral idéntico pero que por contener flúor posee mayor dureza y resistencia al ácido. El calcio que consumimos es también, gracias al flúor, captado con más facilidad para remineralizar los dientes. Y es por eso que apenas cambiamos los dientes de leche, nos llevan al dentista a ponernos ese gel de sabor asqueroso en la terapia de fluoración. Los enjuagues bucales también contienen sales de flúor.  


¿Qué consumimos cuando usamos crema dental?



Otros ingredientes variables en la composición de productos dentales, que se añaden para mejorar la acción de abrasivos y del flúor o bien, por cuestiones cosméticas (mejorar el aliento, blanqueamiento) son:
  • Carbonato de calcio, que pone calcio a disposición para que sea asimilado en el esmalte (que justamente, es de fosfato de calcio).
  • Detergentes, como el laurilsulfato sódico, SDS o NaDS, utilizado en champúes, jabones y limpiadores de todo tipo (inclusive industriales). El SDS disuelve lípidos y crea la clásica consistencia y espuma de la crema dental.  Es el que da el sabor extraño a lo que comamos después de cepillarnos los dientesporque interactúa con las moléculas de sabor y los receptores de la lengua, suprimiendo los del sabor dulce y destruyendo los fosfolípidos que inhiben los receptores del sabor amargo. En algunos casos, el SDS puede afectar la mucosa bucal causando aftas, por lo que existen pastas dentales con otros detergentes.
  • Abrasivos extra, frecuentemente hallados en las cremas blanqueadoras, que se encargan de "restregar" extra nuestros dientes.
  • Elementos alcalinizantes, que neutralizan los ácidos en la boca que pueden causar el deterioro del esmalte dental.
  • Endulzantes no azucarados, como el xylitol, imposible de digerir por los organismos que forman la placa. Más que un mata-bichos, es un recurso para reducir las poblaciones privándolas de alimento.
  • Esencias y extractos. El mentol activa los receptores de frío en epidermis y mucosa dando la sensación de frescura. También se utilizan otros extractos vegetales para dar sabor y por sus propiedades medicinales. 
  • Colorantes cuyo objetivo es meramente comercial, usualmente en tonos verdes y azules asociados a la "limpieza" o al contenido de esencias vegetales en la marca.

Limpieza inteligente.




Por lo visto en este posteo, a la hora de elegir un método de limpieza dental debemos optar por aquel que garantice la remoción mecánica de la placa, la remineralización del esmalte dental y la prevención de un exceso de acidez bucal. El extra de ingredientes en un dentífrico ofrece es bastante genérico, y a la hora de hacer una elección es poco sabio dejar deslumbrarse por una marca: miremos los reactivos presentes, su calidad y recordemos que la base para prevenir la placa es procurar su estado de inanición, procurando la limpieza posterior a consumir azúcares y/o ácidos y controlando nuestra dieta. Antes de ver la parte cosmética, pensemos en nuestra salud y necesidades reales, invirtamos de manera consciente y así disfrutaremos de una salud bucal que hará que nuestros dientes nos acompañen (¡ojalá!) por mucho tiempo. Y, obviamente, visitemos al dentista periódicamente.

¿Viste algo interesante en la etiqueta de tu dentífrico?
¿Abrazaste a tus padres luego de reflexionar acerca de su insistencia en tu higiene bucal?
¡Dejá tu comentario!


Referencias.
  1. Murray, J. J., 1971: Adult dental health in fluoride and non-fluoride areas. 2. Caries experience in each tooth type. British Dental Journal. 131: 10, 437-442,
  2. Allison, A. M. A.; Chambers, D. H., 2005: Effects of residual toothpaste flavor on flavor profiles of common foods and beverages. Journal of Sensory Studies 20(2): 167- 
  3. Asl Aminabadi N, Balaei E, Pouralibaba F. The Effect of 0.2% Sodium Fluoride Mouthwash in Prevention of Dental Caries According to the DMFT Index .Journal of Dental Research, Dental Clinics, Dental Prospects. 2007;1(2):71-76. 

lunes, 6 de junio de 2016

La ciencia del puré de papas perfecto.




"Cualquiera puede hacer un puré de papas", dicen por ahí. Y es cierto que la metodología es bastante simple: hervir papas y desintegrarlas para dar como resultado una pasta más o menos homogénea, agregando algún que otro ingrediente extra para mejorar la textura y el sabor. Sin embargo, es interesante ver cómo proliferan las recetas de puré de papas y sus críticas en internet: o queda demasiado pastoso o demasiado licuado, que tiene grumos o que no tiene textura... a la hora de la degustación las aguas se dividen y podemos estar horas debatiendo qué puré de papas es mejor. Y quizá no nos hayamos dado cuenta pero, en el proceso, hay ciencia, y eso me entretendré contando en este posteo.

La ciencia de las papas. 


No hay nada más común que una papa. Todos hemos utilizado papas para cocinar, no puede haber nada demasiado extraño en una papa... Pero para ver cómo convertimos esas papas en un glorioso puré, preguntémonos primero, ¿qué son las papas?



Sin ponernos filosóficos y terminar cuestionándonos nuestra existencia, mirémoslas desde el lado biológico: las papas son tubérculos, tallos subterráneos engrosados y modificados para acumular nutrientes de reserva, en este caso de la planta solanum tuberosum.

Siempre es interesante mirar los nombres de las especies vegetales que nos cruzamos en el día a día: el nombre "solanum", que comparten especies tan comunes como la papa, la berenjena y el tomate, viene del latín y probablemente provenga del hábito de estas plantas de crecer en zonas soleadas.

También advierte del efecto "solaz" que provocan los alcaloides contenidos en sus distintas estructuras: uno de ellos es la solanina, de sabor amargo, que puede detectarse con cierta facilidad al ver coloración verdosa en las papas. Este alcaloide que puede causar desde trastornos gastrointestinales a intoxicaciones complicadas, de ahí que se desaconseje comer papas verdes y/o que tengan sabor amargo, y se recomiende cuidar la cocción de las papas maduras, ya que la solanina se degrada con el aumento de la temperatura. 

Yéndonos desde la botánica a la biología celular, los tubérculos se caracterizan por estar formados por células especializadas en almacenar almidón, un glúcido (o hidrato de carbono, como prefieran llamarle) predilecto por las plantas para reserva energética en forma de gránulos. Esas células están "pegadas" entre sí por pectinas, que a grosso modo actúan de "pegamento" uniendo partículas entre sí. Finalmente, esas células se encuentran separadas entre sí por medio de paredes celulares que mantienen el interior de la célula separado del medio externo, encapsulado.




La cocción.


Pensemos entonces en las papas como un aglomerado de cajitas (células) pegadas entre sí con pegamento (pectina), que contienen en su interior bolsitas (gránulos) de almidón.

Los gránulos de almidón poseen una estructura ordenada que les permite hincharse al absorber agua, y volver a su forma original al secarse, siempre que el agua esté fría. Sin embargo, si el agua está caliente, debido a que habrá más energía cinética de por medio, el almidón perderá su forma ordenada y los gránulos se romperán, produciéndose un efecto de gelatinización. 

¿Qué sucede cuando cocinamos las papas? El calor causa la desintegración de las moléculas de pectina que unían las células, que comienzan a soltarse unas de otras. A su vez, las células absorben agua, se expanden, y liberan gránulos de almidón hacia el exterior. Los gránulos de almidón van a absorber agua, y si llegan al punto límite terminarán desintegrándose y liberando las moléculas de almidón que quedarán suspendidas en el agua formando un líquido viscoso (gelatinoso) y blancuzco, y que otorgará mayor o menor consistencia a nuestra preparación. 

Para ir a lo concreto, cuanto menos almidón tenga nuestro puré, menos pegajoso será y viceversa (o dicho en lenguaje científico, la viscosidad del puré es directamente proporcional a la concentración de almidón presente en el mismo) por lo que nuestro objetivo será optar por procedimientos que 
que provoquen la liberación de esta sustancia acorde a nuestra preferencia. 


Los procedimientos para lograr EL puré.


Ya que como dijimos antes, la consistencia depende de la liberación de almidón de las papas, que depende del grado de ruptura de su estructura. Entonces, veremos los siguientes puntos:
  • Al cortar las papas, rompemos su estructura de "aglomerado", dañando paredes celulares. Si usamos un cuchillo filoso lo romperemos menos que si las cascamos, machucamos o rompemos con un cuchillo mal afilado. Del mismo modo, cortarlas muy chicas o muy grandes modifica el modo en que esas estructuras son expuestas al agua, y el grado de absorción que poseerán. Es por este motivo que nadie haría puré con papa rallada.
  • Si lavamos o remojamos la papa cortada, parte del almidón contenido se liberará en el agua. Esto disminuye la cantidad de almidón presente en la misma. Antes de cocinar, eso sí, es conveniente secarla para evitar que los gránulos de almidón vuelvan a su tamaño previo. en lugar de quedar hinchados en la etapa de cocción y terminen liberando un extra de almidón en el agua de cocción. Eso sí: si nos pasamos de remojo se pueden eliminar las sustancias de la papa que degradan las uniones de pectina, por lo que las uniones en las estructuras de la papa no se ablandarán. 
  • Al cocinar las papas, comenzamos con agua fría y salada, que será absorbida por los gránulos de almidón contenidos en los trozos de papa. Es importante agregar la sal en este punto para que sea integrada en los trozos de tubérculo.
  • Deberá observarse el tiempo de cocción, ya que dependiendo de la temperatura los gránulos se desintegrarán en mayor o menor grado, y se producirá gelatinización en mayor o menor grado.

En cuanto a la desintegración, hay quienes usan el kartoffelstampfer (¡sí, el pisapapas!), un tenedor o en casos más sofisticados, un pasapurés. Quienes optamos por la practicidad moderna, lo podemos mandar derecho a la batidora de cuchilla. Como estas herramientas terminan de romper la estructura de la papa cocida, nuevamente entramos en el tema de la liberación de almidón y la "pegajosidad".




Como dijimos antes, hay diferencias sobre cómo reacciona el almidón con agua fría o caliente. Si se quieren evitar los grumos, el puré debe ser machacado cuanto antes, previniendo así que las moléculas se reorganicen y nos afecten la textura del preparado, recordando que cuanto mayor sea el grado de desintegración más viscosa será la mezcla.

En este punto podemos agregar ingredientes "flexibles" que cambien la estructura de nuestro puré: lípidos líquidos (aceite, yema de huevo), sólidos (manteca) o mezclas (leche o crema) que se interpongan entre las moléculas de almidón y den una textura diferente y que por sus propiedades son capaces de realzar sabores aromáticos agregados (especias), o claras de huevo batidas a punto nieve que den esponjosidad por su contenido de aire.

Conservación. 


Con el enfriamiento, nuestro puré recuperará cierta solidez, debido a que las partículas de almidón establecerán lazos entre sí nuevamente y dicho mal y pronto, se endurecerá y volverá gomoso. Es por eso que lo mejor es servir apenas hecho, a una temperatura cálida.


Si deseamos recalentarlo, exponerlo a calor directo sólo provocará más gelatinización. Es por eso que para comer un puré recalentado decente, el calentamiento óptimo será a baño maría agregando materia grasa (leche, aceite, manteca) para darle flexibilidad a la mezcla y que sea comestible nuevamente.


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